Los días son malos

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El apóstol recuerda a la iglesia en Efesios 5:16 qué tiempos están atravesando, cuáles son las condiciones en las que ahora están en el viaje que hacen hacia la ciudad celestial: son, precisamente, días malos. ¿Malos en qué sentido? Pues mirando el contexto de estas palabras, y en el sentido en el que suele usar Pablo este término no son días malos porque hay falta de trabajo, o porque sufren plagas y enfermedades con frecuencia. Más bien tenemos que pensar que al usar tal término se refiere a la actividad característica del diablo, o a la obra del pecado.   
Pues bien, el apóstol quiere despertar a la iglesia a esta realidad, deben de verlos de esta manera; el diablo tiene una facilidad inusual para actuar, para engañar, y encerrar a la gente en esas mazmorras donde los hombres no pueden pensar, y ver la realidad en la que están, no pueden dejar sus creencias dañinas y forma de vivir dañina. Y además donde el pecado apenas se distingue y es tomado en cuenta, de ahí que actúe más poderosamente.
Nosotros, dos mil años después que este texto fue escrito a esa iglesia, estamos pasando también un tiempo de esas características, y quizás a medio plazo esta tormenta aun arrecie más. Esos días donde el diablo ha podido coger posiciones idóneas para traer más daño y confusión a la sociedad en la que vivimos, a las familias, condicionar más a los niños y los jóvenes, y aflija la iglesia. Tiempos en los que, con menos conciencia del pecado contra Dios, este abunde aún más
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